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25
Abr
Violencia de género en Afganistán, una pesadilla sin fin
  • Author
    Alex
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Khadija Amin

Sakina tiene 33 años y es madre de una niña de seis años. En la sociedad afgana, tener relaciones sexuales antes del matrimonio conduce a la lapidación y al asesinato. Ninguna chica puede tener relaciones sexuales antes de casarse.

No es el caso de los hombres. Aunque la sentencia de lapidación es la misma si un hombre tiene relaciones sexuales antes del matrimonio, los hombres pueden decir simplemente que nunca las tuvieron. Esta es otra de las desigualdades de género que sufren las mujeres afganas, porque si una mujer no es virgen en su noche de bodas y no sangra un poco durante el primer encuentro sexual, significa que ya ha tenido una aventura con otra persona.

No es el caso de muchas mujeres, aunque las hay que pueden sangrar mucho, también están las vírgenes, que no sangran en absoluto, pero debido a la falta de información al respecto, la mayoría de las jóvenes están preocupadas por lo que sucederá esa noche antes de casarse.

La familia de la novia le da a su hija un pañuelo blanco para que, si sangra, se limpie con él. Al día siguiente, la familia de la novia y el novio los esperan para recibir el pañuelo con o sin sangre. Si lleva un pañuelo blanco, es una gran desgracia para la chica y su familia. Algunas familias envían a la novia de regreso a la casa de su padre, y en otras insultan a la novia toda su vida.

La mayoría de los hombres optan por tomar una segunda esposa porque la primera mujer no era virgen. Desde la perspectiva de la ley, los hombres tienen derecho a tener cuatro esposas. Algunos buscan diferentes excusas para tener varias.

Sakina se vio obligada a huir con la misma persona que la agredió después de ser violada y, tras un tiempo, se casaron. Sakina dice que su esposo trabajó en el ministerio de interior del gobierno anterior. Sakina estudió para ser matrona y trabajó durante un tiempo en un hospital de la provincia de Kabul.

Cuenta que vio con frecuencia los efectos de la violencia en los cuerpos de las mujeres y entendió perfectamente lo que estaban sufriendo. Cuando hablaban, contaban la violencia y las palizas de sus maridos, que por la vergüenza y el rechazo de la familia tenían que soportar. Sakina también vivió durante nueve años diversas formas de tortura y golpes: «Recuerdo los días en que iba al servicio con el cuerpo magullado y los ojos amoratados y tenía que esconderme de mis colegas, dando diferentes mentiras sobre lo que había sucedido. No podía decir que mi marido me estaba pegando».

Explica que se dirigió en repetidas ocasiones a las autoridades e instituciones que apoyan a las mujeres: «Pero cada vez que me quejaba, mi esposo llegaba antes que yo, impidiéndoles cooperar. El tenía mucho poder en ese momento y lo usó para vencerme«. También la amenazaba con secuestrar y violar a su hermana pequeña, la debilidad de Sakina, si se divorciaba.

«Tuve que soportar su crueldad durante años por el bien de mi hermana. No había forma de escapar del infierno que construyó para mí. Después del colapso del gobierno, su violencia se duplicó porque perdí mi trabajo. Me despidieron de mis funciones tras protestar por los derechos de las mujeres y las niñas en mi tierra natal y salir a las calles de Kabul con otras mujeres para manifestarnos».

Sakina es una de miles de mujeres que se intentaron suicidar varias veces para escapar del infierno creado por sus maridos: «Cada vez que intenté acabar con mi vida fracasé y mi vida empeoró».

Recuerda que su esposo se asoció con los talibanes y sus amenazas aumentaron, incluso la impedía ir a casa de sus padres: «Me dijo que si salía de casa les diría a los talibanes que había huido y me apedrearía. Finalmente decidí huir de casa, pero si me iba sola, mataría a mi familia. Tuve que enviar primero a mi familia a Irán. Mi hermana, una de las mujeres manifestantes, pudo ir a Alemania y esconderse allí».

Con su hermana y el resto de la familia a salvo, decidió huir con su tío y su hija de seis años a Irán. Ahora que la situación en Irán empeora cada día, no sabe qué pasará: «Vivo con miedo de que mi marido venga a Irán y me encuentre. Irán es también uno de esos países en los que las mujeres deben estar subordinadas a sus maridos. No logré divorciarme durante la república ni durante la época de los talibanes. Cada régimen que se impone me da menos derechos por ser mujer. Estoy completamente decepcionada y viviendo con mi hija en las peores circunstancias».

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