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Cuántos ‘momentos de la verdad’ ha tenido Europa en los últimos años; cuántas veces se ha repetido a sí misma que tiene que pasar a la acción; cuántas conversaciones para entender que había que hacerse mayores. Ahora ha llegado una vez más con el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca: la UE vuelve al mensaje que tanto ha visto escrito o dicho en los últimos tiempos. «Tenemos que depender de nosotros mismos». Después de las elecciones en EEUU, justo después, el continente europeo ha iniciado su propia terapia tanto con la Comunidad Política Europea como con el Consejo Europeo de Budapest que, cosas de la vida, se celebran en el estadio Puskas de la capital húngara. La UE ya no puede permitir que le metan más goles.Las frases más dignas de recogerse en los libros de Historia son, otra vez, las de Emmanuel Macron, empeñado en ser la estrella del equipo incluso pese a estar en sus horas más bajas a nivel nacional. En una cumbre sin Pedro Sánchez, el galo elevó la voz como en tantas otras ocasiones. Todo parece una repetición de ejercicios para la UE. «¿Queremos leer la historia escrita por otros? Las guerras lanzadas por Vladimir Putin, las elecciones americanas, las decisiones de los chinos en términos tecnológicos o comerciales, ¿O bien queremos ser quienes escriben la historia?», se preguntó Macron como si este partido ya lo hubiera visto.Europa tiene que pasar de las palabras a los hechos «para no morir geopolíticamente», dijo el mismo líder que en 2019 vio a la OTAN «en muerte cerebral». Lo que han cambiado las cosas en cinco años. El tiempo apremia incluso también para un Emmanuel Macron que a partir de 2027 ya no estará, porque no puede repetir como presidente. «No pretendo dejar a Europa como un teatro habitado por herbívoros, que los carnívoros, según su agenda, vendrán a devorar. Los europeos debemos ser lúcidos, ambiciosos y decididos respecto de nuestra propia agenda, una agenda de soberanía», dijo, recordando a esa Europa que dibujó Borrell y que come alimentos escasos de energía mientras los demás siguen musculándose. Siguiendo con el símil futbolístico: la calidad no sirve si el físico falla.
Todo esto no quiere decir que haya que renunciar a las buenas relaciones con Estados Unidos, por muy difícil que lo pueda llegar a poner Trump. Así, los líderes europeos apelan no tanto al pragmatismo como a la inteligencia. Hay que ser astutos, se repitieron en Budapest: y de fondo, la autonomía estratégica. «Debe ser nuestra prioridad, pero no debe serlo desde un ‘transatlantismo’ ingenuo ni desde el cuestionamiento de nuestras alianzas o de un nacionalismo corto de miras que no nos permitiría ganar el reto frente a China o Estados Unidos», sostuvo Macron. Ganar, ese es el verbo para una UE que parece que hasta ahora solo ha sabido salir a empatar.No todo fue espacio de metáforas. El presidente francés también fue directo: «Necesitamos una Europa que simplifique sus reglas, que vaya mucho más rápida, que refuerce su competitividad con innovación, y también que refuerce su mercado interior, invertir en su propio mercado, no solo abrirlo a todos». Él no estará seguramente en el equipo titular de la UE para ver los resultados a medio plazo, pero como tantos otros antes acierta en el diagnóstico. O eso parece. Pero la táctica tiene que salir bien sobre el césped.No pretendo dejar a Europa como un teatro habitado por herbívoros, que los carnívoros, según su agenda, vendrán a devorarA ese mensaje se subieron los demás líderes, incluidos algunos de países candidatos como Moldavia o la propia Ucrania, que de momento mantiene el buen tono para que la Administración Trump no cumpla con los rumores que apuntan a que cortará la ayuda a Kiev. «Esperamos que Estados Unidos se fortalezca. Este es el tipo de Estados Unidos que Europa necesita. Y lo que Estados Unidos necesita es una Europa fuerte. Esta es la conexión entre aliados que se debe valorar y no se puede perder», expuso el presidente ucraniano ante sus socios. Esa esa la vía también, sentenció, para la «victoria» frente a Rusia.
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Macron se erigió, porque de facto lo es, como fundador de una Comunidad Política Europea que precisamente pretende ser una ampliación en falso de la UE para reforzar su papel internacional. Y en eso están los 27 pese a las divisiones internas, que las hay, y las crisis, que las hay… como en Alemania, donde el Gobierno ha colapsado. No parecen ser decisivas estas circunstancias cuando toca pensar en grande. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, quiere ver a EEUU «como un socio fiable» sin que eso vaya en contra de la necesidad de la Unión de ser más autónoma. «Hay que comprometerse, pero de manera racional», comentó el belga sobre el vínculo transatlántico.Un verbo es ganar, para Macron. El primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, pone el otro: «despertarse» para empezar a vencer. «Debemos despertar de la ingenuidad geopolítica y asumir que necesitamos comprometer recursos adicionales para afrontar asuntos esenciales como la competitividad, la defensa europea y espero que lo logremos con la seriedad y urgencia que estos tiempos exigen», avisó a sus homólogos. Urgencia, otra palabra clave, que puede ser sustituida por prisa; hay buen tono de momento con Trump, pero todos van tomando nota de lo que viene.Será importante, con todo, el papel que pueda asumir Polonia. Donald Tusk puede ser una esperanza para la Unión: un líder conservador, firme frente a los populismos y con buena imagen en Bruselas. Líder de un país clave para la ayuda a Ucrania y que tendrá al futuro comisario de Presupuesto; Varsovia tiene casi todo a favor para ser parte de un eje en favor de la integración europea que ayude a avances importantes en Defensa, un empuje industrial y un discurso capaz de ser transversal desde un Estado miembro que además tiene una economía en buen estado y forma parte del top-5 de socios a nivel de PIB.
Esa acción pasa, a grandes rasgos, por cumplir con buena parte del informe Draghi sobre la competitividad de la UE. El nuevo «todo lo que sea necesario» del que fuera presidente del Banco Central Europeo incluye el mensaje más importante de todos, aunque suene genérico: la UE tiene que afrontar «cambios radicales» porque si no lo hace corre el riesgo de «perder su razón de ser» en un escenario feroz, cada vez más competitivo frente a Estados Unidos y China. El reloj ya no solo corre, sino que parece que Europa ha entrado en el tiempo de descuento para remontar el partido.
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