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AuthorAlex
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José María Álvarez-Pallete (Madrid, 1963) anda estos días dando los últimos retoques a su tesis doctoral, que versa sobre el Big Data aplicado a los flujos de la balanza de pagos. La disrupción digital se ha convertido en la pasión y en la obsesión del presidente de Telefónica. Tuitero insaciable, maratoniano convencido, guardián de su privacidad, Alvarez-Pallete está acostumbrado a enfrentarse a grandes retos. Vivió de manera muy directa el proceso de integración de España en la UE, pues su padre, inspector de aduanas, formó parte del equipo que intervino en las negociaciones, lo cual provocó su traslado de residencia a Bruselas durante un tiempo, en el que completó su formación y en el que labró su percepción respecto a las relaciones internacionales y al papel que España debe jugar en ellas. De vuelta a casa, entró en contacto con el mundo financiero, hasta que, a mediados de la década de los noventa, se incorporó al grupo Cemex, donde tuvo que lidiar, desde su filial española Valenciana de Cementos, con una depreciación cambiaria. Otra depreciación cambiaria le llevó, también de la mano de Cemex a la convulsa Indonesia de Suharto. Y fue desde Yakarta, y como consecuencia de otra tormenta cambiaria, cuando entró en contacto con Telefónica, donde trabaja desde febrero de 1999. A partir de ahí se hizo cargo de diversas áreas del grupo —especialmente en Latinoamérica, territorio que conoce a la perfección— hasta que en 2012 fue designado consejero delegado y cuatro años después, el 8 de abril de 2016, presidente ejecutivo. Ahora, poco más de un año después, Álvarez-Pallete concede a EL PAÍS su primera entrevista.
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